sábado, 25 de abril de 2020

LENGUAII-tema4: mitos y leyendas

TEMA 4: mitos y leyendas
Los mitos: buscan responder a las grandes preguntas universales que se han hecho los seres humanos de todas las épocas acerca del mundo y la humanidad. Por ejemplo, ¿Cuál es el origen del universo?, ¿cómo surgió el ser humano?, ¿qué ocurre después de la muerte? Sus historias transcurren en tiempo lejano e indeterminado. Abundan personajes como titanes, dioses, semidioses que se mezclan e interactúan con los seres humanos.
Las leyendas: ofrecen explicaciones acerca de diversos aspectos del entorno natural y del origen de las tradiciones de un pueblo en particular. Por ejemplo, el origen de determinada vegetación, o de ciertas especies animales, o de determinadas costumbres. En ocasiones, es posible determinar la época en la que transcurren y la existencia histórica de algunos de sus personajes.
Actividades:
a-     Leer la Leyenda del Timbó.
b-     ¿Cuál es el hecho real que se explica en el texto?
c-     ¿Cuáles son los hechos maravillosos o fantásticos que se usan para explicar ese hecho natural?
d-     ¿Cómo son los personajes que aparecen? Descríbelos brevemente
e-     ¿Dónde transcurren los hechos mencionados? ¿Reconoces esos lugares?
Buscar y leer la leyenda del ceibo y completar el siguiente cuadro.


Leyenda del timbó
Leyenda del ceibo
Personajes


Tiempo


Espacio y lugar


Leyenda del Timbó
En la vasta llanura chaqueña la vida era fatigosa y dura durante los meses de verano. Atravesando grandes distancias, a pie o a caballo, se encontraban los pueblos visitados de vez en cuando por algún ciego y su lazarillo. La llegada del ciego con estampas y baratijas y algunos libros de viajes o vida de santos, era siempre un acontecimiento; y al modo de los juglares, el viajero encontraba hospitalidad y afecto en los abnegados pobladores del Chaco legendario. Un día Timbó, anciano ciego, atravesaba el campo chaqueño con la ayuda de su lazarillo. La bolsa contenía los alimentos para el viaje y los libritos para la venta. La mano apoyada sobre el hombro de su lazarillo se hacía cada vez más pesada; y la luz brillante del sol ardiente de verano castigaba la mirada dulce niño, a quien Timbó amaba como a un hijo.
Iban atravesando una cañada. Era a la siesta. El niño miró hacia el cielo y vio a los pajaritos volar libremente; miró hacia el bosque... y la agreste selva parecía entonar allá lejos, con la música del ramaje verde, himnos de libertad para invitarlo a disfrutar de un derecho común. Él, siempre había tenido que vivir sujeto a Timbó, el amigo que lo trataba bien, pero cuya mano temblorosa siempre sostenía sobre el hombro como un peso que lo esclavizaba.
No había tenido amigos de su edad. Estas reflexiones dieron al lazarillo una fuerza extraña..., tan extraña, que sin saber cómo, separó bruscamente la mano de Timbó y echó a correr en busca de su libertad. El ciego no pudo comprender lo que pasaba. Llamó al niño una y otra vez. Lo esperó confiado porque lo amaba y creía en su lealtad. Sus ojos en eterna noche no pudieron contar las noches y los días; pero él esperaba... esperaba... echando el oído en tierra con la esperanza de escuchar sus pasos.
Un día, el viento de la cañada se mostró implacable; la lluvia le caló los huesos, y un frío de muerte recorrió el cuerpo del anciano. De pronto creyó escuchar unos pasos; una tibieza amorosa recorrió su cuerpo, y derramando cálidas lagrimitas, se sintió transportado a una región muy hermosa. El corazón no le latía más.
Llegó la primavera. En aquel mismo lugar creció una plantita, primero tímida y temblorosa como la mano de un anciano que se tiende pidiendo caridad, después fuerte y vigorosa, como un corazón noble que confía y espera. Pronto fue esa planta más alta que la selva vecina. Tenía prisa por crecer y ya en lo alto se cubrió de flores, pequeñas como lágrimas, para mirar a la distancia. Quería ver... después multiplicó sus orejas y agachando las ramas hacia la tierra pareciera que todavía confiaba en escuchar los pasos del ausente. Esta es la leyenda del timbó, un árbol de la región, cuyo fruto, llamado vulgarmente “oreja de negro” cae al suelo siempre del mismo lado como una oreja en actitud de escuchar. Y dicen las gentes del campo, que los que viven en ranchos a la sombra de algún timbó jamás se traicionan porque el timbó es símbolo de lealtad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario